jueves, 22 de julio de 2010

Un día de lo más cultural



Madrid es una ciudad genial. La Capital con C mayúscula... ¿Quién no ha pensado alguna vez en su vida en hacerse bohemio y dejar todo atrás para venir a buscar fortuna a la gran ciudad?

Cuando yo decidí mudarme a Madrid, una de las cosas que más me emocionaban era la gran oferta de actividades socio-culturales que este lugar ofrece. Obras de teatro, cines, conciertos, museos...Madrid es una de esas ciudades en las que no te puedes aburrir porque siempre hay algo genial que hacer....



.....por un módico precio, porsupuesto.



Mi intención cuando vine a vivir aquí era aprovechar los fines de semana y recorrerme hasta el más minúsculo rincon de Madrid. Quería aprovecharlo todo, así que me hice con un ejemplar de la Guia de Madrid y una lista de los principales museos de la ciudad.

Descarté inmediatamente los cines porque, de eso tenemos también en el sur. Así que me fui directamente a los teatros. Musicales como Chicago y Grease resonaban en mi cabeza y decidí que ir a uno de esos espectáculos sería la mejor forma de iniciar mi formación cultural en la capital.

-"Vaya!- pensé -¿estos son los precios?, un pelin caros, no?"

Me sorprendí un poco cuando ví que la entrada más barata costaba 36 euros, o lo que es lo mismo, mi presupuesto total de todo el fin de semana, y que además, se encontraba situada en lugares estratégicos como detrás de una columna y cosas así. Con mucha pena en mis ojos, suspiré, pasé las páginas, y fui descartando uno a uno los teatros, de momento.

Museos. Esto si! de todos es sabido que los museos de Madrid tienen ciertas horas al dia totalmente gratuitas para el que, a pesar de no tener mucho dinero, quiera cubrirse de cultura. Siempre me había hecho mucha ilusión visitar el Thyssen....voy a ver cuando puedo ir....

-Mier**. "El museo de arte Thyssen-Bornemisza es el único museo de Madrid que no ofrece horas de entrada gratuita". También es casualidad!!

Veamos otro...el Reina Sofía. Este sí. Horas de visita gratuitas: Sabados de 14.30 - cierre.

-Genial!! Empezaré mi andadura cultural por el museo Reina Sofía de Madrid. En la revista dice que se tardan un par de horas en verlo...así que después podría tomarme un café en alguna de las cafeterías tan monas que hay alrededor del museo y......

.....sí! hay una degustación de cocido madrileño en el centro! No es algo que la gente vaya buscando hacer en Madrid, pero es gratis y podría estar bien...empecemos!





-Muy bien, preparada para salir. Llevo zapatos cómodos, y mi cámara de fotos cargada y lista para pasar un día de lo más cultural. Ahora solo tengo que ver como se llega a....¿¿¿qué es esto???

Una cola enorme salía de la puerta del museo y daba la vuelta a la esquina. Parece ser que yo no era la única que había tenido la genial idea de ir al museo en sábado. Turistas, niños y familias ataviadas con gorras y camaras de fotos esperaban ansiosos su turno para entrar en un museo que se parecía más un centro comercial en rebajas que a otra cosa.

-Bueno-pensé-veré el Guernica y algo de Dalí y me iré.

Después de casi una hora esperando para pasar un detector de metales, me dirigí con el mapa hacia la 3º planta donde se encontraba la obra maestra del pintor malagueño, y ya desde el ascensor pude ver el gentío. Al parecer, el Guernica de Picasso es la obra que más turistas atrae y la 3º planta no era más que una copia de la cola de la entrada, solo que un poco más dispersa.

Tras hacer unas cuantas fotos al cuadro (de lejos y con cabezas con gorras por en medio), me dí por satisfecha y avancé un poco admirando la obra de Salvador Dali entre empujones. Me maldije a mi misma por no haberlo pensado antes (a pesar de que una de mis compis me lo advirtió) y con las mismas me fuí de alli. -Parece ser que no es el mejor día para ver cuadros-.

Caminando por la calle y intentando hacer algunas fotos artisticas de cualquier cosa, me topé con una cafetería muy cuca que hacía esquina, y me acordé de mi propósito de tomarme un cafe -bohemio- al lado de un museo -también bohemio- para hacer mi dia lo más bohemio posible. Entré y ordené un capuchino. Me hubiera gustado sentarme en una mesa con vistas al Retiro mientras leía un libro y ponía cara de meláncolía,  pero las ventanas estaban ocupadas, así que tuve que conformarme con poner cara triste en una mini mesa, al lado de una escalerita que llevaba a un almacen - no muy bohemio, por cierto-.

Aun así estaba positiva; me tomé el cafe, muy bueno, la verdad, y me dispuse a continuar mi día. Cuando el camarero me trajo la cuenta sentí como mis ojos se salían de sus órbitas.

-¿¿¿3 EUROS???? ¿POR UN CAFE?- le grité al camarero con cara de desconcierto.
-Es lo que cuesta- me dijo.
-¡3 euros! pero de quién era la vaca, de la Reina Sofía??

Todavía un poco perpleja, pagué el café y con todo el dolor de mi alma (y mi bolsillo) salí de la cafetería rumbo al centro.

Busqué la calle donde daban la degustación de cocido madrileño; no era la hora perfecta para comer cocido, pero precisamente por eso pensé que sería el mejor momento para hacer algo cultural sin mucha gente alrededor.





Como de costumbre, ESTABA EQUIVOCADA.





Cuando llegué a la dirección acordada, una jauría de turistas (quienes yo hubiera jurado que eran los mismos que estaban en el museo)se empujaban unos a otros para poder conseguir lo que a mi me pareció, un minúsculo recipiente de plástico y un panecillo gratis, ante unas azafatas a las que les hubiera venido muy bien tener a mano un látigo y una silla. Desde fuera, la imagen se me representaba a una manada de hienas luchando por comerse una cebra. Ni siquiera me acerqué. Si avanzaba y intentaba conseguir uno, sería una señal de que me había convertido en uno de ellos...así que salí de alli y puse pies en polvorosa para no volver jamás.

Un poco decepcionada por mi día cultural, me dirigí a Gran Vía con la intención de mandarlo todo a hacer puñetas y animarme a mí misma comprándome algún capricho. Y entonces me encontré con el fenómeno al que yo llamo "GranViaUnSabadoPorLaTarde".

Me pisaron 3 veces y me empujaron otras tantas antes de poder acercarme siquiera a un escaparate. Familias, turistas, mendigos y demás se habían puesto de acuerdo para caminar al mismo tiempo por el mismo sitio. El centro de Madrid era la jungla y yo no era más que un cervatillo intentando sobrevivir.

Por fin conseguí entrar en una tienda y me enamoré de un jersey rojo. Me dije a mi misma que me lo merecía y me puse en la cola para pagar. Tras lo que a mi me pareció una eternidad esperando y en tensión porque la persona que estaba detrás de mi no metiera la mano en mi bolso y me robara la cartera, llegué a la caja y saqué la tarjeta ante una dependienta un poco asombrada.

-Oh, lo siento mucho....-me dijo.
-¿Porqué?- pregunté yo (temiendome ya lo peor)
-Es que no podemos cobrar con tarjeta, está roto el datáfono- y diciendo esto, me señaló un minúsculo cartelito de plástico sobre el mostrador y en el que se podía leer "solo pagos en efectivo".

Sin decir siquiera adiós, salí corriendo de allí y me metí en la primera boca de metro que encontré. ¡Ya ni ir de tiendas me dejan! y durante el camino de vuelta a casa, esperimenté la misma sensación que yo creo que se experimenta cuando vuelves de una guerra.

Llegué a casa cansada, pisoteada, acalorada, con hambre y habiéndome gastado 500 de las antiguas pesetas en un cafe de mi**da, para encontrarme con una compi de piso viendo la televisión que me dijo:

-Que, ¿has visto el museo? Bonito...¿verdad?


Gracias a Dios que no había ningún utensilio punzante cerca.

P.

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