lunes, 12 de julio de 2010

Mi llegada a Madrid

De boca,

Así fué como aterricé (en el más literal sentido de la palabra) a mi llegada a la capital.

Dicen que Madrid te suele recibir con un golpe, tras el cual depende de ti volverte corriendo a casa con el rabo entre las piernas, o levantarte y plantarle cara. Pues bien, a mi la ciudad de Madrid me recibió cayendo de boca en el McDonalds de Gran Vía un sabado a las dos de la tarde. Evidentemente me levanté, aunque no para plantar cara sino para salir corriendo evitando mirar a los cientos de personas que esperaban haciendo cola y entre los cuales había - tal y como dice mi madre- hocicado yo.

No voy a relatar los motivos que me llevaron a mudarme de mi pequeño pueblo costero en Málaga hacia la capital española. El paro, las ganas de vivir fuera de casa de una vez, y los incesantes ¿que vas a hacer con tu vida? de mi madre fueron más que sificientes para hacer el petate y marcharme.

No tardé mucho en encontrar un campamento base donde instalarme. Tras un par de visitas a pisos de alquiler encontré lo que a mi me pareció un chollo en la zona de Pacífico. Un bajo pequeñito pero acogedor donde vivían dos chicas de mi tierra natal y que estaba muy bien de precio, ahora después de unos meses viviendo alli entiendo el porqué de esa ganga. Pero bueno, en ese momento nada me importaba, ni mi pequeña morada ni mi entrada triunfal contra el suelo del restaurante. Me mantenía positiva. Así que me instalé en mi pequeño cuarto de 4 metros cuadrados con una sola ventana que da justo al lado del portal, lugar que parece ser sitio favorito de reunión de vecinos durante la semana, y de niños consumidores de futból a nivel usuario durante las mañanas de los sabados y domingos.

Y es que esto es como todo lo demás, no te fijas en los defectos hasta que te fijas. Y yo empecé a fijarme en mi deliciosa ganga, que de un día para otro empezó a tornarse en ese famoso refrán que mi padre siempre me repite: "lo barato sale caro". Porque resulta que mi piso viene con todos los extras...y también con número insuperable de PEROS:

-Tenemos calefacción en todas las habitaciones PEEEERRRO no se pueden conectar a la vez porque salta el diferencial.

-Tenemos agua caliente PEEEEEERO se trata de un depósito de lo que a mi me parece 3 litros y medio que se gasta en lo que tardas en calcular la temepreatura del agua con los mandos del grifo (los cuales solo tienen 2 opciones: 1.hirviendo y 2. hielo)

-Tenemos televisión con TDT, todo alta tecnología PEEEEERO el mando se perdió durante la época del franquismo, la imagen está mal calibrada y como el mando en cuestión se encuentra en territorio oculto solo podemos ver la mitad de las personas a no ser que éstas se sienten en el centro de la pantalla. A esto habría que sumarle el hecho de que la pantalla se vuelve negra cada diez minutos, tras los cuales la única solución es levantarse y dar un fuerte golpe al monitor en su parte superior para hacer que la imagen vuelva y que para cambiar de canal o manipular el volumen tenemos que: 1. levantarnos o 2. usar lo que mi compañera de piso a bautizado como la esco-mando o lo que es lo mismo, el palo de la escoba a tientas dandole porrazos a la tele hasta que atinas en el botón del canal o del volúmen.

-Tenemos 4 enchufes en el salón PEEERO 3 de los 4 hacen saltar el diferencial y del último salta una chispa cada vez que decidimos arriesgar nuestra vida enchufando algo.

En fin, podría seguir enumerando pero creo que la idea está clara. Aun así sigo positiva y aprendo de mis errores. Dicen que si te duchas con agua fria te resfrias menos; veré menos la tele por lo tanto leeré más, y nunca jamás de los jamases volveré a ponerme esas sandalias cuando exista la posibilidad de encontrar patatas deluxe en mi camino.

P.

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