martes, 17 de agosto de 2010

La tienda de souvenirs y las guiris impacientes

Todos los trabajos tienen una parte buena y una mala. Lo malo de mi situación es que no tengo estabilidad en absoluto. Nunca se cuanto voy a cobrar este mes o el siguiente; lo bueno es que parece ser que, sin quererlo ni beberlo, me he convertido en la imagen oficial del centenario de Gran Vía en Madrid. Mi jefa acaba de llamarme para decirme que los representantes del ayuntamiento han llamado para solicitar a una azafata que cubra todos los demas eventos que tienen que ver con el centenario, y que han preguntado expresamente por mi.

La verdad es que es normal. "Porque yo lo valgo". No todo el mundo tiene talento para sentarse en una silla y vender lápices y llaveros a 5 euros. Aun así no puedo quejarme, como siempre digo "dinerito para el bolsillo"; así que parece que no me quitaré el uniforme de cucaracha en un futuro próximo...

Mi primer cometido, siguiendo con localizaciones clave de Madrid, será en la oficina de turismo ubicada en la Plaza Mayor. Prece ser que dentro de la misma oficina donde todos los días se agolpan guiris con gorros horteras, gafas de sol y calcetines y chanclas, hay una mini tienda de souvenirs con merchandaising oficial de la ciudad de Madrid y el centenario. Mi jefa me informa de que empiezo de 15.00 a 21.00. -Genial- pienso. -Al menos no tendré que madrugar y encima tengo toda la mañana libre.

Sobre las 9.30 me suena el teléfono. Corto el sonido pensando que era la alarma y me doy la vuelta en la cama. -Hay que ver lo bien que sienta dormir tarde los sabados-. Ni un minuto más tarde, mi móvil suena de nuevo. Esta vez me despierto, y acordandome de la familia del sr. que inventó el móvil contesto.

-Diga?
-Hola buenos días. ¿P.?
-Si...S****a?¿qué pasa?


Era mi jefa.


-Si verás, es que hubo un error con tus horarios, y me acaban de llamar de oficina de turismo...deberías estar alli hace media hora!-

Como puedo me incorporo en la cama intentando entender lo que ocurría.

-¿Cómo?- alcanzó a preguntar.
-Si, que ha habido un error. Ellos ya saben que vas un poco más tarde, así que vistete y corre para alli.

Tropezando con todo lo que me encontraba por el camino y todavía con los ojos pegados. Me enfundo el traje de supercucaracha, y sin nisiquiera ducharme, cojo lo primero que encuentro en la cocina y me voy corriendo al metro, todavia con el maquillaje del día anterior en la cara y peinandome por el camino. Aún así, tardé casi 40 minutos más en llegar.Afortunadamente no había sido culpa mía, y tras pedirme disculpas por la confusión, la persona que se encargaba de la tienda se largó dejándome allí sola con una libreta y un par de instrucciones.

Al parecer, mi cometido era el mismo que en la exposición de Gran Vía, solo que con algún que otro cambio. Tenía que sentarme y vender cosas de Madrid, hacer caja y rellenar un cuestionario sobre cada persona que entraba en la tienda. Nacionalidad, edad y esas cosas... lo mejor de todo? que no debía preguntarlo. Tenía que averiguarlo por mí misma.

Varias personas entraron a ver qué había, pero muy pocas compraron. Aún así, yo hacía mi trabajo.
-mmmm, hombre. mmm 32 años?? si mas o menos eso. Casado? mmm esa tia parece su mujer...voy a poner que si...y parece...bueno yo diría que es por lo menos aleman; si, aleman...-

Así iba pasando una mañana sin fin, en la que lo único que hacía era ver extranjeros pasar y nadie comprar. De pronto entraron una mujer mayor y su hija adolescente. Eran inglesas, o al menos eso fue lo que yo puse en el cuestionario. Empezaron a coger cosas y a ponerlas en el mostrador. Muchas cosas. Libros, dos guias turisticas, pegatinas, lapices, pins a 3 euros.... yo no cabía de asombro preguntandome si realmente iban a comprar todo eso. Cuando se dieron por satisfechas, un cuarto de la tienda se encontraba sobre el mostrador, y una servidora las miraba asombrada tras el. Les pregunté si se iban a llevar todo eso y me dijeron que sí, así que empecé a separar las cosas para cobrarlas. Mi jefa estaría encantada...según me había dicho, allí nunca se vendía nada, y llego yo y se llevan la mitad de la tienda...me van a adorar!

De repente, y cuando ya había terminado de pasar todos los articulos, los había envuelto de regalo y los había metido en 14 bolsas diferentes con el simbolo del ayuntamiento de Madrid, el ordenador dice que no me abre la caja. Mi jefa me advirtió que a veces se atascaba, y que lo que tenía que hacer era reiniciar el programa.

Reinicié el programa.

No hubo suerte.

Reinicié el ordenador.

No hubo suerte.

Reinicié el programa otra vez. Pasé todos los códigos de barras de nuevo uno por uno.

No hubo suerte.


Sin saber qué hacer y ya con las guiris un poco nerviosas, llamo a mi jefa que se encontraba en una comida familiar. La responsable de la tienda me llamó pasados unos 5 minutos. Al parecer había una manera de abrir la caja a la fuerza, pero hacía falta una llave que se guardaba en el **** del almacén. (evidentemente no voy a revelar dónde; no quiero ser la responsable de un posible delito).

Entré al almacén intentando calmar a las guiris que ya se miraban entre sí con cara de -vamonos de aquí-, y empecé a mirar en todos los sitios en los que podía estar la dichosa llave. Aparté un par de cajas, vacié un par de paquetes, alcancé con mucha dificultad una cajita pequeña escondida tras unos libros, y la llave no aparecía. Pero yo iba a encontrarla. Se había convertido en un reto.


Tras desmontar más de la mitad del almacén, encontré por fin una llave pequeñita, mucho más a la vista de lo que yo pensaba; y pasando por encima de todo lo que había tirado al suelo por fin volví al mostrador, donde me encontré con un montón de bolsas y una nota encima de ellas que decía : "Lo lamentamos pero nos vamos. Gracias por todo".




Se habían ido.

Las guiris se habían ido y yo había perdido mi superventa. El almacen estaba hecho un asco, la tienda patas arriba; la mitad de los productos envueltos para regalo y, para mas inri, esa no era la llave correcta.






La llave correcta se encontraba en el primer cajon del mostrador, en el mismo manojo de llaves que mi jefa me había dado en primer lugar, y que yo había usado para abrir el almacén.



En fin.



P.

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